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sábado, 11 de enero de 2025

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Bonachera - Roscos de Loja

“300 poemas después” sorprende a un público amante de la poesía por sus planteamientos iconoclastas

Antonio Ramón Molina y Juan María Jiménez pendieron de un hilo narrativo amante de lo experimental y la profundidad de los sentimientos

Juan Antonio López Cózar 'chupe', En Primer Término.

Los pasillos del mercado municipal se llenaron de otros productos, de otras voces, de otro ritmo y de otras luces con motivo de la acción poética “300 poemas después” que protagonizaron Antonio Ramón Molina y Juan María Jiménez el pasado viernes por la noche. 

Desde el puesto número siete, recuperado para la prestación de un servicio cultural, se presentaron otras formas de concebir y compartir la poesía, alejadas de la manera tradicional de leer un poema, de tal forma que el público asistente tuvo ocasión de participar activamente en la creación literaria. Todo ello en un ambiente distendido, saboreando a la vez las copas y tapas de Gurmé Gastrobar, situado justo enfrente de tan inusual escenario.

Tomando como punto de partida la publicación del libro “Trescientos gramos de poesía” en 1979, obra coral de los lojeños Lauris Rodríguez de la Calle, Juan José Pérez Guerrero, Antonio Ramón Molina y Juan María Jiménez, 36 años y un sinnúmero de versos después, estos dos últimos decidieron rememorar aquel nacimiento y a partir de él exponer la evolución de ambos durante el tiempo transcurrido desde entonces hasta ahora.

Las voces de Juan de Loxa, autor del prólogo del poemario y presentador del mismo en la Feria del Libro de Granada de 1979, celebrada en el Corral del Carbón, junto a las de los propios autores, plasmadas en el programa de Poesía 70 que Juan de Loxa les dedicó, sirvieron de catarsis sonora para situarse a un momento histórico, acabada la dictadura y en los balbuceos de una democracia que afortunadamente hoy disfrutamos, que fue toda una eclosión sociocultural en Loja, con el afloramiento de multitud de manifestaciones necesitadas de un espacio de libertad del que se carecía hasta entonces.

Desde ahí hasta el presente, Molina y Jiménez hicieron un recorrido, no exento de crítica política, por los derroteros de la lírica, dejando patente en ambos casos su heterodoxia creativa, sus ansias por la investigación y la experimentación y su apuesta por un dialogo con el lector/espectador/actor sin corsés, sin ataduras ni tabúes.

Es así como en “300 poemas después” Juan María Jiménez discurrió por los lomos de la videopoesía o la performance como forma de llegar al alma de las personas, con poemas desgarradores que hablan de sus derrotas, de sus temores, de sus esperanzas o del amor en todos los tiempos del verbo. En uno de sus poemas compartió micrófono con la profesora del IES Virgen de la Caridad María Victoria Ramos.

Antonio Ramón Molina, por su parte, eligió su arsenal versicular en las propuestas rupturistas de La Carpeta, allá por los años 80, de sus happenings, de sus instalaciones, de sus sorpresas plásticas sobre las que se apoyaban los versos, en todo momento con un punto de ironía, crítica social y honda sensibilidad. 

Para terminar su intervención se llevó a cabo un poema en red, con la participación del público, en el que cada persona a la que caía un ovillo de cuerda iba aportando una palabra para la confección de un texto a la par que se tejía una maraña de hilos.

Testigos de todo el acto, un hacha centenaria clavada sobre un tronco de madera y un ejemplar del “Trescientos gramos de poesía” sirvieron de icono fotográfico para plasmar un acontecimiento literario que sorprendió a las, aproximadamente, 60 personas que asistieron, comentando éstas al final su satisfacción por haber participado de una experiencia tan inusual, recreadora de un género que suele ser degustado en la intimidad y el silencio. La ocasión fue propicia para el intercambio de pareceres entre público y poetas hasta la llegada de la medianoche.

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