Está siendo una despedida muy sentida. El párroco Juan Carlos Hidalgo Zúñiga dejará la ciudad a mediados de mes tras 14 años al frente de la Iglesia de la Encarnación. El Arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, le ha encomendado un nuevo destino, la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Cúllar Vega.
Muy querido por la comunidad cristiana y por los lojeños en general, su traslado ha sido recibido con tristeza. Se lleva muy buenos recuerdos y se muestra satisfecho con el trabajo realizado. Su lugar en la Iglesia Mayor lo ocupará Enrique Ferrer Álvarez.
Este domingo, a las 12 horas, se celebrará una Santa Misa conjunta de todas las hermandades de la Encarnación para despedirle. Será un momento muy emotivo para agradecer su trabajo y dedicación a la comunidad cristiana lojeña.
En esta entrevista hace balance de todos estos años.
¿Cómo recibió la noticia de su traslado? ¿Le pilló por sorpresa?
Ha habido siempre rumores de que me mandaban a Almuñécar, a San Matías, a la Abadía del Sacromonte… En junio se rumoreó que me iban a destinar a algún pueblo de la Vega. El Arzobispo me llamó el 23 de julio para decirme que había pensado en mí para mandarme a Cúllar Vega. Quedamos en que me llamaría para confirmarlo pero el 28 salió publicado en la web de la Curia. Es una decisión tomada que ha venido un poco de sorpresa, porque ha sido todo muy rápido y precipitado.
Por ver algo positivo, es que voy a un pueblo cerca de Granada, de donde yo soy, pero también son muchos años con los lojeños. Me siento muy querido en Loja, muy aceptado y muy involucrado con todo, con las hermandades, con los jóvenes, con niños, con los mayores… Tengo un sabor agridulce de cerrar una etapa de mi vida aquí y abrir otra que no sé qué me voy a encontrar.
¿Cómo lo han recibido sus feligreses?
En general, mal. Algunos llorando, otros que quieren recoger firmas para entregarlas a la Curia, cosa que he impedido porque no sirve para nada. Ahora es cuando veo el cariño que me tiene la gente, personas que no vienen a la Iglesia pero que me conocen y me han parado diciéndome que es una pena que me vaya. Yo digo siempre que el sacerdote está de paso, no sabemos cuánto tiempo vamos a estar, pero la parroquia es de los feligreses. La colaboración que he tenido con la gente de la parroquia ha sido muy fructífera, me he sentido muy bien acogido por todos los sectores. Y lo asumo con dolor y con un sabor agridulce. Y los feligreses lo mismo, comprenden que en algún momento los curas tenemos que irnos, pero también con dolor e impotencia.
¿Qué balance hace de estos 14 años al frente de la parroquia?
El balance ha sido positivo. Soy un eslabón más en esta cadena que supone una parroquia del siglo XVI, ni mejor ni peor que los anteriores. Vivimos en un mundo culturalmente religioso pero luego no hay práctica de la religión. Combinar la experiencia de fe con esa cultura religiosa es complicado. Aún así, el balance es positivo, porque las puertas de la Iglesia han estado abiertas a todo el mundo. Creo que la gente así lo ha sentido, en los sacramentos, bodas, entierros y bautizos la gente ha sentido la Iglesia como su propia casa. He tratado de ser acogedor, una persona hospitalaria, no he mirado condición de nadie ni raza ni nada. Que la Iglesia, como dice el papa Francisco, sea ese hospital de campaña al que vengan todos los que se sientan heridos por cualquier motivo y se sientan acogidos por el párroco.
¿Qué recuerdos tiene de los primeros días en Loja?
Vine con mucha ilusión. Venía de Alomartes, Brácana y Tocón, donde estuve siete años. Me trasladan a Loja sin conocer la ciudad ni a nadie de aquí. El primer año lo pasé con los ojos abiertos, empapándome de la Semana Santa, de los incensarios… Ha sido un mundo que he descubierto. Todos estos años me han servido para ser párroco, aprender a ser buena persona y un buen cristiano. No sé si lo habré conseguido, pero por lo menos crecer en la virtud de la paciencia, la caridad y la hospitalidad.
De ahí el dicho que dice que cuando uno va a un sitio le hace falta un año para ver, otro año para juzgar y otro para actuar, y lo he hecho respetando las costumbres de Loja. Soy de fuera y no he venido a imponer lo mío, sino a acomodarme a las costumbres de aquí. Me he inculturado en la sociedad de Loja y lo he vivido con sencillez y naturalidad.
¿Cómo ha sido su relación con la población lojeña?
Habrá gente que se alegre de que me vaya, pero en general me he sentido querido y acogido por la población de Loja, sea por los feligreses de la parroquia y por personas que no vienen a la iglesia pero me conocen. Con la comunidad musulmana también he tenido buena relación.
¿Cómo es la parroquia de la Encarnación?
Es una Iglesia, que por su ubicación en el casco histórico, es de gente mayor. Sin embargo es referente para toda Loja. Ya no existen las jurisdicciones parroquiales y hoy día cada uno va a donde quiere. Gracias a eso he tenido aquí muchos bautizos y bodas de personas que no son de aquí, pero que les gusta esta iglesia o pertenecían a una cofradía y han querido casarse aquí o tener los funerales aquí.
En cuanto a catequesis, poco, porque la población es mayor, pero en cuanto hermandades sí, porque hay ocho radicadas aquí, siete de Pasión y la de la Patrona. Es una labor que requiere constancia, cariño y comprensión. Me he brindado a todas ellas, siendo el paño de lágrimas para muchos. Y al ser la Iglesia Mayor, también es importante la relación institucional, como los cultos de la patrona de la Guardia Civil o los pregones de la Semana Santa.
¿Cómo ha sido la relación que ha tenido con las distintas hermandades a su cargo?
En general, muy bien. Ha habido problemas en alguna hermandad, que algunos miembros crean y quieren que el consiliario los solucione, pero el consiliario tiene voz pero no voto en las asambleas. Aún así, me he involucrado para intentar solucionar problemas. Pero son momentos contados. En general he tenido muy buena relación con las hermandades y hemos funcionado perfectamente, en coordinación tanto ellas conmigo como entre ellas. Si vamos todos con buena fe y buena hermandad no tiene que haber problemas, pero la condición humana es así, y a veces salen esos egoísmos.
¿Cuáles han sido el peor y el mejor momento de estos años?
No puedo destacar un día en especial. Quizás los peores han sido los entierros, sobre todo de jóvenes. Son momentos muy duros, uno nunca no se acostumbra al dolor ni a la muerte. Y momentos felices hay muchos, de encuentros con las personas, también de personas que han recapacitado y han vuelto a la Iglesia.
¿Alguna cosa que quería hacer y que no ha podido?
Me hubiera gustado arreglar los muros que dan hacia la alcazaba, pero es complicado y costoso al ser un BIC la Iglesia, además del dinero que vale. Espero que mi sucesor pueda hacerlo. Es un edificio muy complicado de gestionar. A mi cargo he tenido cinco templos, esta Iglesia, las ermitas de Jesús y de la Caridad, Santa Clara y la Iglesia de Ventorros de La Laguna. Son edificios muy antiguos y su mantenimiento es muy costoso y supone un trabajo continuo. Pero ahora mismo la iglesia está bien, se arreglaron las humedades, también las cubiertas que se habían roto. Sí quehace falta un arreglo más profundo en los tejados.
Le va a sustituir Enrique Ferrer. ¿Lo conoce?
Creo que hemos tenido suerte. Enrique es un hombre muy llano, muy sencillo, un sacerdote auténtico por vocación. Viene con mucha ilusión y también con miedo, porque no conoce nada de Loja. Pero los feligreses seguro tendrán comprensión y lo acogerán con cariño.
¿Qué retos tiene por delante?
Retos puede tenerlos él aquí y yo allí. El reto que tiene un párroco es evangelizar y, siendo personas sencillas y naturales, llevar la fe a la gente. Si el párroco y un cristiano somos personas felices e intentamos ser coherentes con nuestra fe, eso es lo que atrae. Aceptamos y vivimos los buenos y malos momentos con cariño, paciencia y siguiendo la voluntad de Dios.
¿Conoce ya su próximo destino?
He estado un día, y no conozco a nadie. Es una Iglesia pequeñita y bonita y con sus propias costumbres. Lo mismo que he hecho en Loja lo haré allí. Voy de paso, y debo adaptarme a lo que hay allí.
Por último, un mensaje a la comunidad cristiana lojeña…
Me llevo de Loja un buen sabor de boca. La gente de Loja en general es muy solidaria, abierta y hospitalaria con el que viene de fuera. Al menos yo me he sentido así. Me he sentido un lojeño más y no me gusta que se hable mal de Loja. Pido que vivan esos valores con intensidad y que quieran mucho a Loja para que crezca como ciudad, que haya una relación fraternal sincera entre todos, payos y gitanos, cristianos y musulmanes, que haya una convivencia buena y sana. Si nos lo proponemos y dejamos a un lado nuestros egoísmos podremos conseguir una relación de vecindad honesta y solidaria.