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sábado, 21 de diciembre de 2024

La tradicional tienda “Cerámica Antonio Ruiz” se despedirá próximamente de su público

De vender ultramarinos pasó a ser hoy el único establecimiento ceramista de Loja

Se trata de uno de los establecimientos comerciales más veteranos y peculiares del casco histórico lojeño, no sólo por ser actualmente el único dedicado en Loja a la venta de cerámica, sino también por la forma de ser y el entusiasmo de Antonio Ruiz, su gestor.

Como el mismo relata, la historia de esta tienda tradicional está plagada de curiosidades y anécdotas, de sorpresas y de momentos entrañables, pero también ha sido y es necesario mantener una extraordinaria disposición para luchar contra las adversidades.

UN POCO DE HISTORIA

El establecimiento abrió sus puertas el 3 de enero de 1960 como tienda de ultramarinos, es decir, ofertando un poco de todo, aunque preferentemente eran productos de alimentación.  

Los iniciadores del negocio fueron Rafael Ruiz y su esposa María Luisa, quienes incorporaron a su oferta un muy variado catálogo de artículos de cerámica.

El matrimonio había residido hasta entonces en el barrio de la Estación y hubieron de vender su casa, en la que ejercían de carniceros, para adquirir el edificio de la plaza de Abajo en el que han desarrollado su ampliado negocio hasta nuestros días.

Una vez jubilados sus promotores, la tienda, dedicada ya a la cerámica, pasó a  manos de su hijo Antonio Ruiz y su esposa Encarnación Castañeda, sumándose también al día a día de la actividad su hija Luisa María.

Y en este último capítulo, como luchador incansable, Antonio no ha dudado en reciclarse en las formas de venta, en el “marketing”, que diría un experto, sacando sus platos, botijos, ollas, jarras, cántaros, figuritas, “aguaeras” y demás objetos de cerámica artística o doméstica a la calle y allí, sin más megafonía que su potente voz y su desparpajo, pregona las bondades de sus productos ante la extrañeza de los viandantes o de los muchos visitantes y turistas que pululan por la zona.

Preciosos y coloristas artículos elaborados de forma tradicional por las mejores manos de los ceramistas granadinos (herederos de la tradición nazarí) o cordobeses se reparten por los anaqueles de su establecimiento. Y para cada uno de ellos improvisa un pareado, una estrofa divertida o lo personaliza con buena letra sobre sus gráciles superficies.

Antonio asegura sentirse triste porque él se jubiló hace unos meses y la jubilación de su mujer ya está próxima y teme que este tipo de negocios desaparezca totalmente de Loja, porque ese día se habrá perdido la ocasión de encontrar y adquirir un magnífico recuerdo de esta tierra. 

Pero esa apenada sensación desaparece de sus labios cuando afloran miles de recuerdos, como cuando sus padres elaboraban sus chacinas y sus aceitunas “aliñás” que, asegura, estaban riquísimas. O rememora los fatigosos viajes de su padre en sofocantes veranos para traer los “cacharros” desde tierras cordobesas por la, por entonces, insufrible carretera de Iznajar.

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