El patio de butacas del Teatro Imperial se colmó de amantes del pop-rock para seguir en directo las evoluciones de la banda lojeña Checopolaco y de sus amigos. A la formación habitual encabezada por Julián Méndez, con Antonio Dominguez, Enrique Cañizares, Sergio Rodríguez y Alberto Ortiz se unían para tan memorable ocasión Alejandro Méndez y Miguel López, de Lori Meyers, conformando una macrobanda con tablas suficientes como para arrancar suspiros y entusiasta aplausos al respetable.
Sobre un sobrio escenario, que estaba ocupado por el grupo y el aura que desprendía en tan inusual marco, se fueron sucediendo, en un crescendo sostenido de ritmo y alma las canciones de su último trabajo Clavulánico, hasta completar una actuación que duró mucho más de lo habitual y, después de todo, dejó al público con más ganas de música.
Lo cierto es que los comentarios de los asistentes y los abrazos con los músicos demostraban a las claras que la fusión entre los primeros y los segundos había sido total, que la comunión de sonido y espíritu fue el hilo conductor que elevó los acordes hasta la cima del renovado Imperial.
Allá donde se representaron textos teatrales, comparsas, murgas y películas de todas las épocas desde su nacimiento a principios del siglo pasado hasta las nostalgias de hace unos años, ahora, con todo la nobleza y el glamour de su nueva fisonomía, con la fuerza de sus ancestros arqueológicos, con la pujanza de su nuevo escenario (cubierto que es un primor de todos los elementos escénicos necesarios) y un patio de butacas elevado hasta la gloria, Checopolaco y amigos rompieron una justa lanza en favor de llevar el rock a todo tipo de recinto, porque, los amantes del pop y del rock saben valorar todas y cada una de las circunstancias en las que la música sabe abrirse paso, aunque los glúteos hayan de permanecer en reposos sobre las butacas.
La propuesta, valiente y acertada partió del Área de Cultura del Ayuntamiento de Loja, dentro de su nueva programación musical para el Otoño y el Invierno. Gracias.
Tras el flirteo de músicos y público, se amaron posteriormente en torno a la barra de Gurmé, en el mercado municipal, donde todo fueron parabienes, y comieron perdices y fueron la mar de felices.