Los Viernes Santo en Loja se inician muy temprano. Los desayunos en casas particulares se suceden mientras se trabaja en la vestimenta de los cofrades que acudirán al Mesón de Arroyo. Al margen de ello, los Hermanos se juntan en cafeterías para darse los primeros abrazos y desearse una buena salida procesional. Son momentos de reencuentros, de felicidad, pero también para acordarse de los que no están.
El cielo estaba despejado, por lo que el reguero de personas por la calle Real se vivió con sonrisas. No había duda de que el día permitiría desquitarse de la suspensión del pasado año. La Ermita de Jesús, como relicario del Viernes Santo lojeño, ya desprendía incienso por doquier tras el paso de cuatro corrías. Todo estaba preparado para que Santa Marcela iniciará la procesión. Estrenaba la santa nueva toldilla de cajón. Pañuelo abierto para conformar el cortejo.

Tras ella, llegaba el turno de San Juan, que a hombros de sus jóvenes horquilleros lucía un ropaje característico con un precioso mantolín.

Tintineo de campanillas de su palma para anunciar la salía del Nazareno. Los horquilleros de Jesús se agarraban a sus nuevas andas, con cantoneras doradas, que terminan un trono espectacular. Emoción al escuchar el Miserere. La compañía al de la túnica morada estaba completa con tambores Puches, nazarenos y nazarenas, tío Puche, Armaos y, tras muchos años, apóstoles. Estos últimos fueron los protagonistas del cortejo. Rostrillos y atributos como los de antaño. Fueron los más fotografiados.
La Santa Vera Cruz, comandada por una joven postora, comandado la salida de la Hermandad de las Angustias. La Virgen lucía su corona restaurada. Reconocer el buen número de tambores de la Hermandad y la buena compañía de penitentes. Toda la Hermandad se acordó de forma especial del desaparecido Antonio ‘El Músico’.

El golpe conjunto de los Incensarios en el inicio de la calle Real fue seguido con expectación por los amantes de estos referentes de la Semana Santa lojeña. El cortejo se vio en su plenitud en la calle Real. Se cumplió el horario en el paso por tribuna, aunque fue en el ‘Encuentro’, en la carrera de San Agustín, donde se sumó el retraso que luego se comprobó en el encierro.

La procesión pasó justo a las 19:30 por la portada de la Iglesia de la Encarnación, algo marcado en rojo para permitir la salida de la segunda estación de penitencia de la jornada, que se demoró en unos veinte minutos. Mucho público en el encierro con la famosa ‘corriílla’ que se desarrolló sin incidencias y con su espectacularidad habitual. Reconocer el trabajo de los integrantes de la Banda de Música de Loja y la Banda de Música Amigos de la Música de Huétor Tájar.
La procesión del Entierro de Cristo comenzó su penitencia poco antes de las 20 horas. Los tambores del Cristo de la Salud comenzaron el desfile. El crucificado, protagonista este año del cartel oficial, lucía sus tradicionales claveles dentro de un trono que brilla como la luz.

Tras él, llegaba el silencio que acompaña al Santo Sepulcro. Solo la música de capilla añadía más solemnidad. Parte de la corporación municipal, con el alcalde a la cabeza, acompañaron al Cristo Yacente.

Las mantillas y mujeres de negro llenaron la comitiva para adelantar la llegada de la Virgen de la Soledad. Con un buen número de niños que ayudaban con el incienso y el reparto de estampitas, la Soledad aparecía gigante en la portada de su iglesia. Precioso exorno floral para una Virgen siempre bella que fue llevada de principio a fin con maestría.

Solemnidad en el paso por el Palacio de Narváez y elegancia en el barrio Alto. Respeto también mostrado en el golpe de los Incensarios. Mucho público durante todo el recorrido y también en su vuelta por la Carrera de San Agustín. La luz apagada en los últimos metros aumentó la sobriedad del desfile. Rezos y despedidas en el encierro para respetar el entierro de Cristo.
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